Pese a lo expresado por el poeta T.S. Elliot, no es abril el mes más cruel ¡Es diciembre! Momento para que entre brindis y festejos emerjan conflictos. Ni el amigo invisible, ni las luces del árbol de navidad mitigan, los efectos de querer alcanzar lo que no se pudo durante el año en los pocos días que quedan.
Es un tiempo de balances, momentos intensos [e injustos] si los hay, lo que hicimos, lo que no, lo que concluimos, lo que dejamos. Corremos de aquí para allá, con un frenesí tal que, sin terminar de despedirnos del año, ya nos encontramos planeando el que todavía no llegó.
Demasiada presión en lo individual y para el equipo de trabajo, que indefectiblemente incomoda. El malestar se manifiesta de maneras impensadas, surgen conflictos inexplicables, el clima laboral se pone denso… Como líderes nos preguntamos qué podemos hacer frente a este caos emocional que no se ve, pero se siente y cómo evitar los daños colaterales.
Una vez más debo decirles: no hay fórmulas ni recetas para esto. Aunque algo podemos hacer, bajar nuestro nivel de exigencia, lo que vendría bien para alivianar el pesado mes de diciembre. Sin caer en la autocomplacencia, aceptar que se hizo lo que se pudo en el tiempo dado [como siempre]. Celebrar lo que conseguimos y detenernos a reflexionar sobre lo que no se logró, sin látigo, degustando una rica bebida, con calma y una mirada más curiosa que crítica.
Por último, aceptar que siempre habrá puntos de dolor y de alegría, tratando de no caer en la trampa que nos tienden el éxito y la derrota, ¿no les parece que diciembre es un buen mes para intentar el equilibrio entre ambos? De esta manera, podría dejar de ser cruel.
¡Feliz diciembre para todos!