¿Controlar o no controlar? Tal vez ésta sea una de las preguntas más controvertidas en la que teóricos del liderazgo no se ponen de acuerdo.
Vayamos por partes, ¿Qué habría que controlar? Los horarios, que las tareas se cumplan, que las personas actúen como se espera de ellas… Pero si trabajamos con adultos… ¿Y si en lugar de control, se construyera un vínculo de confianza? Si pudiera encontrarse una manera de ayudar a que las personas disfruten del trabajo que están haciendo, entonces el control carecería de sentido, ¿no es cierto?
Porque lo que nos gusta hacer, lo hacemos. El control, como tal, no hace más que reforzar comportamientos negativos, genera hostilidad y cuando no se realiza, la tarea no se hace. En síntesis, termina siendo una metodología que no que las personas den lo mejor de sí mismas y por lo tanto es ineficaz.
Una rama de la psicología bastante reciente, denominada “positiva”, descubrió que las personas somos más productivas cuando disfrutamos de la actividad o la tarea que estamos realizando. Y esto, precisamente queda en la vereda opuesta del control externo, que es constrictivo.
Si bien es verdad que no todos tienen la fortuna de trabajar en lo que les apasiona, aun así, es posible disfrutar del trabajo. Pero para que esto sea posible tienen que ocurrir 2 cosas: primero que el colaborador encuentre un sentido a la tarea que está haciendo – el rol del líder es fundamental aquí – por eso no se trata de controlar, sino de ayudar a que quien realiza la tarea sepa el para qué lo está haciendo y su importancia. Lo segundo es que pueda poner algo propio y aprender algo nuevo. Todos deberíamos irnos con esta pregunta a casa al final del día ¿Qué aprendí de nuevo hoy en mi trabajo?
Siguiendo con la psicología positiva, y el foco en disfrutar de lo que se está haciendo, uno de sus representantes, el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, introdujo el concepto del estado de “flow” o fluir y lo describió como: "el hecho de sentirse completamente comprometido con la actividad por sí misma. El ego desaparece. El tiempo vuela. Toda acción, movimiento o pensamiento surgen inevitablemente de la acción, del movimiento y de los pensamientos previos, es como si estuviéramos tocando jazz. Todo tu ser está allí, y estás aplicando tus facultades al máximo”.
Pero para que este estado se produzca es necesario que exista un equilibrio entre la atención, la motivación y la situación se en la que se encuentra la persona, esto da como resultado una especie de armonía productiva o retroalimentación.
¿El rol del líder? Ayudarlo a comprender el sentido de lo que está haciendo, guiarlo para que pueda autoevaluarse mientras está ejecutando la tarea lo que le permitirá realizar los ajustes necesarios. De esta manera las personas tomarán el trabajo como algo propio, no como algo impuesto por controles externos.
Ya ha quedado demostrado, que la productividad aumenta y la experiencia del cliente mejora cuando los colaboradores están felices con lo que hacen. Por eso, el control es una batalla perdida.