Esto es lo que afirman las conclusiones del estudio “Tendencias en Capital Humano 2018” que realizó la consultora Deloitte.
Según la firma, todo apunta a que las empresas comienzan a tener un rol más activo con sus comunidades y que éste podría ser determinante de su éxito o su fracaso.
A qué le llama “empresa social”, “es una organización que combina el crecimiento de los ingresos y la obtención de beneficios con la necesidad de respetar y apoyar a su entorno y a la red de partes interesadas”, cita el estudio. En otras palabras, es una compañía que asume un rol: el de ser buen ciudadano, tanto fuera como dentro de la empresa. Y que además sirve como modelo para sus pares y promueve un alto grado de colaboración en todos los niveles.
Este giro en la forma de hacer negocios se lo atribuyen a tres factores: la presencia de los millennials: el 86% considera que el éxito de las empresas debe medirse en algo más que sus utilidades. Cabe destacar que a nivel global conforman la mayoría de la masa laboral. También la conexión de los usuarios con las redes sociales, y lo que llamamos el “fin del secreto” o en otras palabras la transparencia entre clientes y empresas.
El segundo factor es el vacío de liderazgo social, el descreimiento en los políticos ha hecho que en todo el mundo el 52% de las personas confíen más en las empresas que en los gobiernos. Ciertamente, basta con observar que los íconos actuales son empresarios: Jeff Bezos, Steve Jobs, Bill Gates, todos empresarios que comenzaron como emprendedores. Los políticos o estadistas, que se toman como referentes son unos pocos de siglos pasados. Claramente hay una crisis de credibilidad.
Por último, el tercer factor es la revolución tecnológica, que puede dar oportunidades a empresas que tengan un impacto positivo en la sociedad.
Realmente consideramos que a todos o a casi todos nos gustaría un mundo con empresas comprometidas, transparentes. No estamos diciendo que no las haya. Que las hay las hay, pero realmente creemos que al menos en Latinoamérica todavía estamos en las antípodas de este modelo.
Pero esto es algo positivo, si se lo ve como una oportunidad para dar un giro, que, aunque lleve años, como todos los cambios culturales, nos permita espacios laborales más humanos y por ende más orientados a la sociedad.